miércoles, 16 de noviembre de 2011

14 de julio de 1789: La Toma de la Bastilla


La Toma de la Bastilla se produjo en París el 14 de julio de 1789 y su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Revolución Francesa. La importancia de la Toma de la Bastilla radica en su valor simbólico representando el derrumbamiento del absolutismo de la monarquía francesa. La Bastilla era una fortaleza medieval de escaso uso en el siglo XVIII. En los Cuadernos de Quejas de la ciudad de París ya se pedía su destrucción y el ministro Necker pensaba destruirla por su alto coste de mantenimiento. En 1788 se había decidido su cierre, lo que explica que tuviera pocos presos en 1789. La imagen revolucionaria ampliamente difundida del mito de una prisión donde se pudrían sus víctimas no corresponde con el uso de la fortaleza en el momento de su toma pero si refleja una realidad que había existido desde el siglo XVII. El acontecimiento tuvo una fuerte resonancia en Europa entera, no tanto por la importancia del suceso, sino por su valor simbólico, que aún perdura como señal en la historia de las revoluciones. Durante el reinado de Luis XVI, Francia tuvo que confrontar una grave crisis financiera originada por los altos gastos de la intervención en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, por el despilfarro de la Corte real y por un desigual sistema de impuestos que sólo gravaba al pueblo llano y a la burguesía (Tercer Estado). El rey decidió convocar a los Estados Generales para buscar la salida de las crisis, aceptando aumentar la representación del Tercer Estado hasta entonces infravalorado pero esto no fue aprobado por la nobleza y el alto clero. Por ello el 17 de junio de 1789 los representantes del Tercer Estado se reunieron como Asamblea Nacional Constituyente cuyo propósito era crear una Constitución para el país echando por tierra el Antiguo Régimen. El ambiente de París era muy tenso: la situación de Francia era insoportable, el precio del trigo muy elevado, la presencia de las tropas reales en las calles… La tensión aumentó cuando se conoció la destitución de Necker y el pueblo se echó a la calle pidiendo la rebaja del precio del pan. La Asamblea creó una milicia burguesa. El pueblo necesitaba armas y para conseguirlas se dirigió a la Bastilla. Tras unas tensas negociaciones y cuando los asaltantes se hicieron con algunos cañones, el gobernador Delaunay optó por la rendición. Tras la rendición Delaunay fue decapitado y su cabeza fue pinchada en una pica y paseada por la ciudad. Fue el primer acto del terror revolucionario.

Sandra Núñez/Tamara Vázquez

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